viernes, 9 de septiembre de 2016

LA CASA PEMAN

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Terminada la guerra, el panorama literario nacional se contrajo. Ausentes forzosos los escritores de más nota, solamente quedaron quienes se adhirieron a tiempo al Movimiento y, con su obra, reflejaron adecuadamente las inquinas, los temores y las esperanzas de su público natural. Pemán ha llegado hasta nuestros días como un provecto escritor consagrado. Su parcela literaria estuvo muy bien labrada.[215]
Pemán llegó a confesar el problema insoluble del escritor que pretendiera permanecer "en tierra de nadie", de la verdad pura y del criterio sereno.[216] Como no podía ser menos, el régimen de Franco lo cultivó "como si fuera una orquídea"[217] y la Iglesia católica lo recomendó encarecidamente.
Aunque con una obra previa exitosa (se decía de Pemán que, a la hora de escribir, le tiraba de una manga una marquesa y, de la otra, un jesuita),[218] una vez terminada la Guerra Civil supo instalarse económicamente en las Letras del Régimen con una producción literaria extensa: siete tomos de las obras completas, 93 comedias y obras teatrales, 28 novelas y cuentos, incontables prólogos, 43 capítulos de El Séneca, cientos y cientos de artículos periodísticos publicados en los principales periódicos y revistas, así como numerosas conferencias, charlas e intervenciones, no sólo en España sino en la América de habla española. Con frecuencia el dibujante gaditano Ricardo Summers Ysern (Serny) ilustró sus obras impresas.
Su obra inundó librerías, teatros y cines sin problemas de mercado. Junto a Manuel Cerón Bohórquez, José Villén Écija y otros socios se implicó en el negocio editorial, primero en Cádiz y luego en Madrid.[219] La Editorial Escelicer (Establecimientos Cerón y Librería Cervantes S.L. 1938) publicó la mayor parte de su obra. No le hizo ascos a las publicaciones baratas (La Novela del Sábado,[220] Revista Literaria Novelas y Cuentos[221] o la Colección de Teatro,[222] ni a las colecciones de bolsillo (Colección Austral, Colección Crisol y otras).
Trabajó todos los géneros literarios con su estilo inclasificable equidistante entre el clasicismo, el neopopularismo y el modernismo en un momento histórico en que su perfil político de escritor y su relevancia pública ejercieron por sistema como criterios de evaluación artística. En 1957 se le concede el premio March de Literatura; en 1959 se le nombra presidente de la Comisión Interprofesional de Autores; y en 1970 gana el premio Blasco Ibáñez de novela. Obtuvo el premio Espinosa Cortina, la máxima recompensa española para obras teatrales y el premio Mariano de Cavia, el máximo galardón para artículos periodísticos.
Tuvo el buen cuidado de aggiornarse y respetar siempre el poder y las estructuras ordenadas por el poder. Firmó pocos escritos solidarios.[223] Presumía de que la censura franquista nunca había podido con él a pesar de no "haber pagado ninguna bula".[224]
Le ayudaron a organizar sus papeles, en calidad de secretarios, Jorge Villén Écija, Manuel Benítez Sánchez-Cortés y posteriormente Amparo Martín Mújica y Antonio Llaves Villanueva.
Publica su Elegía de la tradición de España (1931),[225] colabora en Acción Española. Su libro Las flores del bien (1946), está considerado como la cumbre de su poesía no épica. No olvidó tampoco la poesía deportiva.[226] Sus obras devocionales más alabadas fueron "Suma poética" (1950), "A la luz del misterio" (1952), "Canto a la Eucaristía" (1962) y "Lo que María guardaba en su corazón" (1967) con mucho, su libro más vendido en la actualidad.

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